María
Teresa Fernández, cartera rural, con 38 años de vida laboral en
Correos, ha ganado este galardón del certamen ‘Empleado público
del Año’ que organizan el diario ‘Granada hoy’ junto a nuestro
sindicato.
“La
emoción no se puede medir con palabras”. Así lo explica María
Teresa Fernández Fernández que, entre las 2.500 candidaturas, ha
sido elegida empleada pública del año 2017 en Granada. Un certamen,
cuyo premio se le entregó en la Cámara de Comercio el pasado jueves
a esta mujer, que ha sido cartera rural en Albuñol (Granada) durante
38 años y que se jubiló el pasado 26 de marzo. Tenía 65 años y
ponía fin a una biografía imponente. “En 38 años sólo me di de
baja seis veces por operaciones o alguna caída”. El premio sólo
recuerda que la vida también es una caja de sorpresas. “No podía
imaginar este galardón ni en sueños”.
La
emoción todavía grita fuerte, “porque es como si hoy volviese a
salir a repartir. Todavía hay días en los que me gustaría volver a
sentir el oficio. El trabajo de cartero rural es sufrido, pero tiene
unas recompensas que no se pagan con nada, porque te conviertes en la
hija, en la hermana, en la madre de tanta gente... Al final, acabas
formando parte de sus alegrías y de sus penas”. Todavía se
acuerda María Teresa de aquella mujer que le preguntó cómo le
podía mandar “una caja de Ibuprofeno a su hija que estaba en
Alemania, porque no sabía cómo hacerlo y, cuando lo hice, me quería
compensar con cinco euros de propina”. Pero entonces ella, María
Teresa Fernández, la cartera rural de toda la vida, no se lo
admitió. “Servir a los demás no merece una propina”, le dijo.
Hoy,
a los 65 años, ya jubilada, no sabría contabilizar los kilómetros
recorridos. Quizá porque la vida se contabiliza por algo más
importante: los sentimientos, que son los mismos que explican que una
de las dos hijas de María Teresa trabaje en Correos. “Pudo entrar
en La Caixa pero prefirió hacerlo en Correos, porque siente este
oficio, lo vive desde niña. Todavía me acuerdo de ella, cuando
tenía nueve años, y yo no podía salir a repartir porque sufría
unas jaquecas horribles. La niña entonces me decía, ‘mama,
¿quieres que las reparta yo?’, y la propia niña cogía las cartas
y se conocía de memoria el nombre de los vecinos, el domicilio…
Era increíble”.
Hoy,
todo eso forma parte de la memoria de este premio, ‘currante
público’ del año 2017 en Granada. “Se dice y no se cree que
haya llegado a estas alturas. Todavía no sé si soy merecedora de
ello. Pero sí sé que si no es por mis compañeros hubiese sido
imposible”, relata María Teresa en esta despedida, “aunque de
las cosas que una siente, en realidad, nunca se despide. Yo me
sentiré cartera rural toda mi vida”.
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